Según Méndez & Monescillo (2002) la evaluación es justificable desde el momento en que se diseña un trabajo y se desea recoger Información que sirva, en primer lugar, para asistir o ayudar sobre su elaboración e implantación; en segundo lugar, valorar su incidencia, efectividad y utilidad; y, por último, contribuir a la mejora del propio programa.