Reflexión: Al leer sobre el tacto pedagógico, me doy cuenta de que enseñar no es solo transmitir conocimientos, sino acompañar, escuchar y entender al otro en su mundo. Me parece impresionante cómo algo tan simple como una mirada, un gesto o incluso un silencio puede tener más peso que mil palabras. Pienso que muchas veces los niños nos muestran lo que sienten sin decirlo; si no estamos atentos, podemos perder la oportunidad de apoyarlos. Creo que el tacto también tiene que ver con el ejemplo: no basta con decir “haz esto”, sino mostrarlo con nuestras acciones y nuestra manera de vivir. Personalmente, me hace reflexionar sobre cómo pequeños detalles como hablar con calma, dar espacio para pensar o celebrar un logro aunque sea mínimo pueden marcar la diferencia en la confianza y motivación de un niño. Para mí, el tacto pedagógico es un recordatorio de que educar es un acto profundamente humano. Enseñar con respeto, sensibilidad y empatía no solo ayuda a los niños a aprender, sino también a sentirse valorados, escuchados y comprendidos. Y creo que eso es lo más importante: formar personas, no solo estudiantes.