El regionalismo crítico combina tradición y tecnología de manera creativa. No se trata de copiar formas antiguas, sino de reinterpretarlas con los recursos y herramientas actuales. Me gusta pensar que esta es una arquitectura que no le tiene miedo a sus raíces, pero que tampoco se queda en ellas. Me parece importante destacar que hay una sensibilidad cultural muy clara: se construye desde el lugar, pero también desde el presente. Me interesó mucho también el enfoque sostenible, porque muchas veces lo local también es lo más ecológico y accesible. Usar materiales que están cerca, que se conocen y que tienen poco impacto ambiental, es también una forma de cuidar el entorno. Y eso, en países donde los recursos son limitados, puede marcar una gran diferencia. Me quedo con la idea de que la arquitectura regionalista crítica no es una moda, es una postura frente al mundo.