Durante el desarrollo del proceso, las habilidades de comunicación, como la escucha activa, la reformulación o la gestión emocional, resultan claves. Además, es importante que las partes se sientan seguras, comprendidas y respetadas para que puedan abrirse al diálogo y construir acuerdos reales.
Un proceso bien gestionado aumenta la probabilidad de éxito. La estructura y la flexibilidad deben combinarse para ofrecer un espacio seguro, cooperativo y orientado a la solución efectiva del conflicto.