Un siglo después, en el XVII, fruto de las reflexiones que se hacen en esta época, el filósofo Hobbes propugnó un poder absoluto, fuerte, como la mejor forma de conseguir la paz social y que un estado prosperase. Pero Locke, su compatriota, se opuso a ello; propuso las bases de nuestras democracias liberales occidentales: separación de poderes, participación de los ciudadanos en la elección de sus representantes, y la conquista de los derechos básicos de toda persona (a la vida, a la propiedad, y a la libertad).