Las técnicas que se emplean deben corresponder y ser apropiada al grupo con que se trabaja. Deben tener sentido para los miembros del grupo y ser adecuadas a la edad, educación, cultura, problemas generales y hasta prejuicios de los participantes. Es obvio que, con niños autistas de un hospital mental, con psicóticos crónicos, con jóvenes de una institución correccional de una prisión, las técnicas tienen que ser diferentes. Los niños necesitan técnicas de juego: con adolescentes y prisioneros, técnicas muy pasivas resultarían muertas: con profesionales y psiquiatras, sacerdotes y personas rígidas las técnicas que parezcan infantiles y faltas de lógica del protagonista resultarían inapropiadas