Los participantes se asignan aleatoriamente a los grupos de exposición (por ejemplo, un grupo que recibe un tratamiento y otro que recibe un placebo), lo que asegura que las características de los grupos (edad, género, antecedentes de salud) sean comparables entre sí. Esto reduce el riesgo de sesgos de confusión, es decir, factores que puedan alterar los resultados de manera no relacionada con la intervención estudiada.