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1834-1858 - Coggle Diagram
1834-1858
1816
1760
1620
Siglo XVI
1198
El papa Inocencio III autoriza el matrimonio de un mudo, reconociendo por primera vez la comunicación en señas.
Pedro Ponce de León, monje español, es reconocido como el primer maestro de sordos
Juan Pablo Bonet publica "Reducción de las letras y arte para enseñar a hablar a los mudos", recopilando el alfabeto manual español.
El Abad de L’Epée funda la primera escuela pública para sordos en París, Francia, y desarrolla un método basado en la lengua de señas.
Laurent Clerc, discípulo de Sicard, lleva el método de señas francés a Estados Unidos, ayudando a organizar la educación de sordos allí.
1872-1873
1880
1897
1960
1980
1990
1998-1999
Alejandro Oviedo y otros autores publican La Lengua de Señas Colombiana: Materiales para su Estudio y Lengua de Señas y Educación de Sordos en Colombia
Lourdes de Pietrosemoli publica Señas y Palabras en la Universidad de los Andes, Mérida. En este texto, defiende que tanto las lenguas orales como las lenguas de señas usan la iconicidad y la arbitrariedad como recursos.
Se difunden los estudios de Stokoe, y la comunidad sorda es reconocida como una minoría con su propia lengua. Los estudios se amplían a otras lenguas de señas, como la sueca, británica, colombiana, y brasileña.
William Stokoe demuestra que la lengua de señas tiene una estructura lingüística comparable a la de cualquier lengua, con categorías gramaticales y fonológicas.
En Argentina se crea el Instituto Nacional con una sección para niñas sordas, lo que influye en el desarrollo de la Lengua de Señas Argentina (LSA), generando diferencias entre señas utilizadas por hombres y mujeres.
Congreso de Milán, donde se impone el método oral y se disminuye significativamente el uso de la lengua de señas en la educación de los sordos. Thomas Gallaudet defiende el método mixto.
Se realizan el Congreso de la Sociedad Pedagógica Italiana (1872) y el Primer Congreso de Maestros Italianos de Sordos (1873), donde se discute el uso del método oral.
En Italia, Basso (1834), Minoja (1852) y Carbonieri (1858) destacan la importancia de la lengua de señas para la educación y expresión religiosa de los sordos.