La ética civil surge en la Modernidad (siglos XVI y XVII), proponiendo que, pese a nuestras diferencias, podemos convivir si adoptamos valores y normas mínimas compartidas. En esta época nace el pluralismo social, que promueve la "unidad dentro de la diversidad", permitiendo que, tras acordar un conjunto común de valores, cada persona elija su propio camino para su realización. Este pluralismo social da lugar al pluralismo moral y, con él, a la ética cívica, que se convierte en el marco general para el desarrollo de las éticas aplicadas en distintas profesiones.