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Desigualdad, educación y política (Rousseau) - Coggle Diagram
Desigualdad, educación y política (Rousseau)
"La voz del pueblo es la voz de Dios"
Rousseau nos viene a decir que la política es cosa de todos y que casi todo viene a depender directa o indirectamente del buen gobierno.
"Mi idea no es destruir la propiedad particular, porque eso es imposible, sino encerrarla en las más lindes que sea posible."
Rousseau se mostró firme partidario de fomentar una gran clase media, como forma de combatir la pobreza y las riquezas extremas. Propuso gravar las grandes fortunas para equilibrar las desigualdades abismales y auspiciar una saludable cohesión social.
En defensa del interés general
"Si los políticos estuvieran menos cegados por su ambición, verían cuán imposible resulta que cualquier establecimiento pueda marchar según el espíritu de si institución, si no está dirigida por el deber. Nada puede suplir a las costumbres para el mantenimiento del gobierno.
Quien acaba por desafiar a los remordimientos, no tardará en desafiar a los suplicios, y por muchas precauciones que se tomen, a quienes únicamente aguardan la impunidad para obrar mal no les faltarán medios para eludir la ley o eludir el castigo.
Como todos los intereses particulares se reúnen contra el interés general que ya no es el de nadie, los vicios públicos tienen más fuerza para debilitar las leyes que las leyes para reprimir los vicios.
Indignación frente a las desigualdades
Para Rousseau, el estado de naturaleza es tan solo una mera hipótesis o experimento mental que le permite llevar a cabo y armar la estructura de su reflexión.
Rousseau no quería que el hombre retornase al estado de naturaleza, sino que volviese la vista hacia él desde el estadio en que ahora se encuentra.
Aún cuando el hombre sea bueno por naturaleza, nuestras diversas situaciones determinan y cambian a pesar nuestro los afectos de nuestros corazones. Sus sentimientos naturales hablan a favor del bien común, pero su razón, desarrollada en y por la sociedad, refiere todo al interés particular.
Aquel que, en el orden civil quiere conservar la primacía de los sentimientos, no sabe lo que quiere. Siempre en contradicción consigo mismo, siempre oscilando entre sus inclinaciones y sus deberes, nunca será ni hombre ni ciudadano; no será bueno ni para él ni para los otros.
Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, miserias y horrores no hubiese ahorrado al género humano quien arrancando las estacas hubiese gritado a sus semejantes:"...estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra no es de nadie".
Los ricos llevan la impostura hasta su paroxismo, al encubrir las ventajas que les reporta el derecho de propiedad y revestirlas con el manto de una convención ventajosa para todos.
Rousseau afirma que el dinero es la semilla del dinero; la riqueza de una nación propicia la opulencia de algunos particulares en perjuicio del público.
Rousseau propone rastrear las rutas olvidadas y perdidas que a partir del estado de naturaleza han debido llevar al hombre hacia el estado civil, para llevar esto a cabo no ve otro vía que la introspección.
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El contrato social y el Emilio: dos obras condenadas a la hoguera
En el Emilio se resumen las tesis de El contrato social, mediante la afirmación de ideas tales como que el derecho político está aún por nacer y es de presumir que no nacerá nunca, mientras que en El contrato social se habla de una religión civil y de una profesión de fe tan molesta para los católicos como para los protestantes, debido a su naturalismo y al hecho de fiarlo todo al juicio del fuero interno.
En El contrato social Rousseau viene a decir que no hace falta ser príncipe o legislador para interesarse por la vida pública.
"Para descubrir las mejores reglas de la sociedad que conviene a los hombres, haría falta una inteligencia superior que viese todas las pasiones de los hombres y no sintiese ninguna; harían falta dioses para dar leyes a los hombres."
La expresión "voluntad de todos" se verá matizada en El contrato social, donde señala que con frecuencia hay mucha diferencia entre la voluntad de todos y la voluntad general, ya que mientras la última solo mira al interés común, la primera no es más que una suma de voluntades particulares. La voluntad general velará por la consecución del bien común, poniendo en un segundo plano los intereses particulares.
La soberanía, como principio de legitimidad del poder, recae tan solo en el pueblo y el pueblo, una vez constituido, escoge la forma de su gobierno. La democracia será conservada como forma de soberanía, sin dejar de resultar rentable funcionalmente a una aristocracia o élite de sabios y magistrados virtuosos.
Rousseau aboga con su religión civil por una secularización de la sociedad que contenga los excesos del monopolio eclesiástico alentado por la actitud intransigente de la corona. "Me gustaría que en cada Estado hubiera un código moral que contuviera positivamente las máximas sociales que cada cual estaría obligado a admitir, y negativamente las máximas fanáticas que estría obligado a rechazar.
Ideas innatas de justicia y virtud
"...Por todas partes encontraréis las mismas ideas de justicia y homestidad, y las mismas nociones de bien y mal. Hay pues en el fondo de las almas un principio innato de justicia y virtud por el cual, a pesar de nuestras propias máximas, juzgamos nuestras acciones y las de los demás como buenas o malas, y es a ese principio al que doy el nombre de conciencia."