El aprendizaje significativo en la niñez, la adolescencia y la edad adulta presenta diferencias significativas en cuanto a la forma en que se adquieren y procesan los conocimientos. En la niñez, el aprendizaje significativo se caracteriza por ser más experiencial y sensorial, ya que los niños tienden a aprender a través del juego, la exploración y la interacción con su entorno inmediato. En la adolescencia, el aprendizaje significativo se enfoca en la construcción de la identidad y la autonomía, por lo que es importante vincular los contenidos con sus intereses y experiencias personales.
En la edad adulta, el aprendizaje significativo se basa en la aplicación práctica de los conocimientos adquiridos, así como en la capacidad de reflexionar y relacionar la nueva información con la experiencia previa. Las implicancias didácticas de estas diferencias radican en la necesidad de adaptar las estrategias de enseñanza a las características y necesidades específicas de cada etapa del desarrollo. En la niñez, se requiere un enfoque más lúdico y experiencial, en la adolescencia se debe promover la participación activa y la relevancia personal de los contenidos, mientras que en la edad adulta es fundamental fomentar la aplicación práctica y la reflexión crítica.