La dinastía Omeya fue derrocada por la familia Abasí, que se presentó como defensora de la causa chiíta. Los Abasíes gobernaron el Imperio Islámico durante medio siglo, logrando su unificación y promoviendo un esplendor cultural sin precedentes. El primer califa abasí, Al-Mansur, trasladó la capital a Bagdad en 762. Bajo el quinto califa, Harun Al-Rashid, Bagdad se convirtió en el epicentro mundial de la astronomía, matemáticas, medicina, leyes, filosofía, geografía y arte. Aunque algunas regiones del imperio se independizaron, continuaron manteniendo la religión, cultura y leyes islámicas, y el imperio se fragmentó en emiratos que, a pesar de su diversidad, funcionaron como una sola civilización.