El lenguaje cumple la función emotiva o expresiva, cuando permite comunicar a
otros los estados de ánimo, las emociones, sentimientos, lo subjetivo del emisor. En el discurso oral es fácil reconocer la expresividad del lenguaje por el tono de voz, la entonación al emitir una idea, los gestos y posturas corporales. En el discurso escrito,
este tipo de función se puede identificar porque en el texto se observan algunos elementos tales como: oraciones exclamativas, signos de exclamación, puntos
suspensivos, uso de diminutivos y palabras como ¡bravo!, ¡magnífico!.
Es común encontrar en la literatura (poesía, novela, cuento o teatro), la poesía por ejemplo usa metáforas y otras figuras para dar fuerza emotiva a lo que pretende
comunicar, y para transmitir por medios alternos aquello que sería difícil expresar de manera directa.
No todos los textos literarios cumplen únicamente la función expresiva. Algunos textos literarios van más allá. Por ejemplo la novela filosófica, la novela histórica entre otros.
Existen, de hecho, textos no literarios que también pueden cumplir esta función
expresiva. La carta por ejemplo es un tipo de texto que puede expresar de excelente manera los sentimientos de una persona.
De todo lo anterior se puede concluir que un tipo de texto no necesariamente cumple
la misma y única función comunicativa en todos los casos y que, en cambio, se puede emplear tanto para funciones persuasivas, como para expresivas o informativas.