El enfoque se utiliza en terapia y asesoramiento individual, familiar y de pareja, en el trabajo con grupos y con instituciones, y se aplica prácticamente a todo el espectro de problemas clínicos, desde la depresión (Knekt y Lindorfs, 2004; Estrada y Beyebach, 2007) hasta la esquizofrenia (Eakes et al., 1997), pasando por los trastornos de alimentación (Jacob, 2001), el manejo de enfermedades físicas como las lesiones de espalda (Cockburn, Thomas y Cockburn, 1997) o el Chron (Vogelaar et al., 2011).