Según los planteamientos de Tomlinson y Allan en su libro "Leadership for Differentiating Schools and Classrooms", una educación inclusiva se fundamenta en la comprensión y valoración de la diversidad de los estudiantes, reconociendo sus distintos estilos de aprendizaje, habilidades y necesidades individuales. Esto implica la implementación de prácticas pedagógicas diferenciadas que se adapten a las características y ritmos de aprendizaje de cada estudiante, promoviendo así su participación activa y su éxito académico. Para lograr una educación inclusiva y de calidad, es fundamental que los docentes y las instituciones educativas implementen estrategias y prácticas pedagógicas que reconozcan y valoren la diversidad de los estudiantes. Según María Teresa Tatto en su libro "Teacher education for inclusion: Changing paradigms and innovative approaches", esto incluye la formación docente en enfoques inclusivos, el desarrollo de programas de apoyo y acompañamiento para estudiantes con necesidades especiales, y la creación de un ambiente escolar que promueva la aceptación y la colaboración entre todos los miembros de la comunidad educativa.
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