Gestión ambiental de ciudades
Teoría crítica y aportes metodológicos
Roberto Fernández
Capítulo 2
LOS LÍMITES DE LA CIUDAD: CRÍTICA AMBIENTAL Y POSTURBANIDAD


En el caso americano, Morse, siguiendo a Houston clasifica los procesos de adaptación e innovación en cinco tipos urbanos para la Nueva España y Perú: ciudades militares, centros agrícolas, poblados mineros, centros administrati- vos y núcleos reubicados (incluyendo los pueblos de indios).

1 LA CIUDAD COMO FENÓMENO HISTÓRICO

3 LA CIUDAD AMERICANA

TRES CASOS IDEALES: SAN PABLO, LIMA Y BUENOS AIRES

[ciudad contemporánea, aún en sus diversas expresiones culturales y regionales, pero homogeneizadas en la genérica globalidad de este fin de milenio, tiene a la vez, muchos atributos: reservorio básico de cultura general y local, espacio de desarrollo de la cultura posmoderna entendible como cancelación del contenido utópico de la modernidad y su tentativa de democracia emancipadora devenida del iluminismo, oportunidad para el ejercicio y manifestación del poder, receptáculo del consumo, escenario económico y lugar preferencial de concentración de las rentas y ámbito del despliegue comercial, industrial y su pasaje a formas terciarizadas, polo o término de un proceso –la urbanización –que H. Lefevbre1 conceptualizaba como definitivo y absoluto, etc.

El criterio de explorar escenarios divergentes del evolucionismo urbano exacerbado, en esta hora de creciente y generalizada amenaza de insustentabilidad, debe empezar a asimilarse en los términos específicos de una responsable gestión de ciudades que comience a demarcarse de las euforias competitivas de un desarrollo a rajatabla que suele encubrir a mediano plazo un agravamiento de la calidad ambiental de las sociedades urbanas. La gestión de ciudades imbuida del paradigma ambiental debe dirigirse a una mirada menos urbano-céntrica y adquirir concepciones que puedan plantearse los problemas del desarrollo urbano en contextos regionales o de territorialidad extensa, ima- ginando formas cooperativas de gestión tendientes a reformular modelos de redes de asentamientos más sustentables.

La ciudad, desde mucho antes de la aparición del dinero (que como elemento diferencial acuñado en metal data del 4,000 a.C., pero que más atrás en la historia, se simbolizaba en algún tipo de producto), tiene por la vía de las transacciones convenidas (comerciales) o forzosas (tributarias) una fuerte incidencia respecto de los recursos naturales de un área o cuenca territorial más o me- nos vasta; es decir, eso que hoy llamamos sustentabilidad urbana parece ser un atributo propio de la mera condición o existencia del hecho urbano, sobre todo en su origen, aunque luego, durante toda la historia, tendió a enmascararse o a presentarse como algo natural.

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al plantear una crítica de la urbanidad que tienda a re- valorar el paradigma histórico de la narratividad e intertextualidad frente al moderno enfoque de la linealidad de los conceptos proyectuales modernos de proyecto y plan– están aludiendo a la formación de una clase de ciudad, la ciudad occidental. Cabe aquí, la pregunta acerca de la omnivalencia de tal forma de lo urbano pasa saber, si al criticar algunos valores o características de la vida urbana estamos haciendo referencia únicamente al modelo occidental. Evidentemente la experiencia urbana no se restringe a la occidental .

la ciudad occidental– tuvo varias tendencias coexistentes de urbanización, oscilantes entre diversos registros: desde la búsqueda de un mayor equilibrio territorial hasta la exaltación de las condiciones aglomerativas y la compleja convivencia de un exceso de modernidad –la virtualidad– junto a memorias arcaizantes.

2 CIUDAD OCCIDENTAL Y CIUDADES EXTRA-OCCIDENTALES

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Las novedades europeas del siglo XV –el establecimiento de las llamadas pax villae y las constituciones comunales o conjuratio, el reconocimiento foral de hermandades, aún después de la catástrofe comunera de Villalar de principios del siglo XVI, la adjudicación del alfoz o área rural circundante a cada administración comunal– llegaron muy imperfectamente a América, sobre todo por vía de los misioneros. En este sentido, la no importación colonizadora hacia América de instituciones europeas tardomedievales de sabor comunalista estaría indicando un rasgo más de la modernidad de tal colonización.

El caso de San Pablo representaría el de una metrópolis moderna canónica, con su tránsito evolutivamente correcto de ciudad secundaria (primero comercial y de servicio a un hinterland rural cafetalero, luego industrial) a ciudad terciaria avanzada (sede financiera, etc.). La ortodoxia de su proceso económico –por ejemplo, en el desarrollo intensivo de empleo formal industrial– no fue óbice para el surgimiento de grandes problemas de sustentabilidad, echando por tierra el mito de la suficiencia de capitales como garantía de desarrollo urbano calificado. La continua periferización –con radicaciones de hasta 100 km distantes del centro originario– impulsada por el desarrollo industrial (la mancha urbana se multiplicó por 8 entre 1950 y 1985; en el último decenio se agregaron casi 500 km2 al área urbanizada, etc.

La historia de Buenos Aires es interesante, ya que, parece haberse perdido una oportunidad de manejo exitoso de un sistema metropolitano que hace cinco décadas presentaba posibilidades razonables. Otro aspecto ambiental regresivo, apuntado en los análisis de Pírez es el hecho de la descalificación energética progresiva del transporte público: si en 1930 el 55 % de los viajes metropolita- nos correspondían a medios electrificados (trenes de superficie y subterráneos y tranvías), en 1980 sólo el 8.4 % de tales viajes se realizaban en trenes de super- ficie –4.6 %– y subterráneos –3.8 %– y el transporte motorizado por combus- tión sumaba el 79 % de los viajes –25 % en automóviles privados y 54 % en transportes colectivos–. La gestión para la utilización de combustibles adecua- dos –como en las normativas suecas a favor del uso de alcoholes refinados o las políticas tailandesas de subsidiar el precio de la gasolina sin plomo y colocarla en el mercado más barata que la gasolina común– no tiene demasiado énfasis desde la gestión local, como tampoco ocurre en Lima, en este caso vinculado además a la muy baja gasificación domiciliaria que tiene la aglomeración.

LA METROPOLINIZACIÓN DÉBIL

El caso de Lima, más típico de la escena latinoamericana, es el de una aglo- meración terciarizada débil, resultante del continuo drenaje de la población rural, preferentemente serrana. Tres cuartas partes de sus habitantes han resuelto su instalación urbana, como pudieron, mediante técnicas de autoconstrucción y en casi 1700 llamados pueblos jóvenes se produjeron ilegalmente –mediante invasiones– más de 320,000 lotes de suelo de muy baja infraestructuración y servicios. Un tercio de la población no tiene agua de red y un 10 % de la misma paga entre 3 y 5 USD el m3 de agua de cisternas provistas por sistemas ambulan- tes de dudosa calidad. Más de la mitad de la población carece de gasificación doméstica y el 45 % de la producción de basura urbana se deposita en 16 vertederos abiertos sin ninguna clase de tratamiento. Que entren a Lima casi 350 personas nuevas cada día explica la pérdida de unas 1000 hectáreas al año de suelos agrícolas aptos (casi la misma superficie que se pierde en Santiago de Chile) hecho tanto más grave en Perú que sólo posee un 3 % de su superficie con aptitud agrícola

La circunstancia del consumo desigual de recursos naturales –40 veces más grande en el habitante promedio del Norte respecto del habitante del Sur– ha orientado, según Leff, el concepto de lucha de clases, hacia una por la reapropiación de la Naturaleza: es decir, la actual lucha por los derechos humanos se extienden a los derechos ambientales, desplazando la lucha por los medios industriales hacia el antagonismo por los medios y condiciones natura- les de producción.

el fenómeno de hiperconcentración poblacional metropolitana debe verse más como un aspecto restrictivo de la evolución económica regional o nacional, antes que una expresión específica de ésta, al contrario del optimismo de De Soto o del análisis metropolitano de la investigadora holandesa S. Sassen

MEGACIUDADES Y POSCOLONIALISMO

Hubo en este desarrollo tres etapas:
La primera etapa era la comercialización del suelo, movilizando la recaudación feudal de la tierra. La segunda era la elevación de la producción de alimentos y materias primas orgánicas para que sirvieran a las necesidades de una pobla- ción industrial rápidamente creciente a escala nacional. La tercera era la exten- sión de tal sistema de producción excedente a los territorios extranjeros y colo- niales. Con este último paso, la tierra y sus productos encajaban finalmente en el esquema de un mercado mundial autorregulado.

Varias son las conclusiones que extraemos de esta breve exposición de los argumentos de Polanyi:

1) la condición utópica del concepto de mercado en el sentido de anti- natural, irracional e históricamente artificioso ,

2) el grado evolutivo del desarrollo histórico del concepto de los asen- tamientos dominantemente rural/local a las aglomeraciones de tipo ur- bano/global,

3) la capacidad de escisión de las dos esferas de mercado, el de la tierra y los productos naturales y el de la mano de obra,

4) la naturalización de esa escisión: compárese para las megaciudades, la relevancia del mercado inmobiliario frente a la importancia del déficit del mercado de mano de obra y subsiguientemente, la relevancia de la

EL CONCEPTO DE SUSTENTABILIDAD COMO CRÍTICA A LA IDEA DE DESARROLLO URBANO

El origen del concepto desarrollo sustentable (sustainable development) es de 1980 y aparece acuñado en un documento de la IUCN45 como un tópico referente a no sobrepasar la capacidad de carga de los ecosistemas naturales. De allí salta a ser considerado por M. Strong y G. Brundtland en los trabajos que confluirán en el popularmente llamado Informe Brundtland46 , de fines de los 80 y luego a su conversión en un lugar común de la literatura política y socio- económica, con más de 100 acepciones distintas –según R. Guimaraes– y unos desarrollos que pueden ser seguidos en el resumen efectuado por A. Allen y

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Fuera del carácter científico o ideológico del término sustentabilidad –que para numerosos autores se revela como un estadio superior del desarrollo del modo de producción capitalista, en una evidente fase de crisis de dicho desarro- llo– lo cierto es que su pretensión de abarcabilidad ecósferica no tuvo, al menos en su origen, una consideración específica de la cuestión urbana, respecto de la cual, han ido desplegándose, tres grupos de discursos:

1) la crítica al desarrollo urbano en nombre de la sustentabilidad global o regional-territorial,

2) el desarrollo de aplicaciones negativas o autocríticas del planeamiento y gestión del desarrollo urbano como consecuencia de la adopción de criterios sustentables y

3) la formulación de propuestas positivas o adaptativas que suscitan el planteo de un supuesto desarrollo urbano sustentable.

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La evolución histórica urbana americana ulterior a los momentos o fases citadas (las preexistencias culturales urbanas precolombinas y los procesos fundacionales coloniales) es extremadamente dependiente del rediseño territo- rial, fuertemente enclavístico, propio de la colonización. J.L. Romero22 propo- ne un criterio de sistematización de dicho desarrollo histórico –al que ya aludi- mos en el capítulo 1–, en busca de las características de especificidad que deter- minan este peculiar fenómeno de urbanización, con base en el reconocimiento de 5 etapas-tipo de ciudad:

1) las ciudades hidalgas (que son las propias del siglo XVII), 2) las ciudades criollas (siglo XVIII),

3) las ciudades patricias (siglo XIX),

4) las ciudades burguesas (1880-1930) y

5) las ciudades masificadas (1930-1970)