[ciudad contemporánea, aún en sus diversas expresiones culturales y regionales, pero homogeneizadas en la genérica globalidad de este fin de milenio, tiene a la vez, muchos atributos: reservorio básico de cultura general y local, espacio de desarrollo de la cultura posmoderna entendible como cancelación del contenido utópico de la modernidad y su tentativa de democracia emancipadora devenida del iluminismo, oportunidad para el ejercicio y manifestación del poder, receptáculo del consumo, escenario económico y lugar preferencial de concentración de las rentas y ámbito del despliegue comercial, industrial y su pasaje a formas terciarizadas, polo o término de un proceso –la urbanización –que H. Lefevbre1 conceptualizaba como definitivo y absoluto, etc.
El criterio de explorar escenarios divergentes del evolucionismo urbano exacerbado, en esta hora de creciente y generalizada amenaza de insustentabilidad, debe empezar a asimilarse en los términos específicos de una responsable gestión de ciudades que comience a demarcarse de las euforias competitivas de un desarrollo a rajatabla que suele encubrir a mediano plazo un agravamiento de la calidad ambiental de las sociedades urbanas. La gestión de ciudades imbuida del paradigma ambiental debe dirigirse a una mirada menos urbano-céntrica y adquirir concepciones que puedan plantearse los problemas del desarrollo urbano en contextos regionales o de territorialidad extensa, ima- ginando formas cooperativas de gestión tendientes a reformular modelos de redes de asentamientos más sustentables.