Los seres humanos nacemos con un cerebro programado para hablar. Adquirimos el lenguaje materno sin que nadie nos lo enseñe. No recibimos clases de gramática, y a los cinco años hablamos perfectamente. Basta estar en una sociedad para que en nuestro cerebro se establezcan los circuitos neuronales que hacen posible el lenguaje. Pero no nacemos con un cerebro naturalmente programado para leer y escribir. Tenemos que aprender. Es necesario recibir clases con una metodología adecuada. Aprender a escribir y leer consiste en desarrollar un sistema de interconexiones muy eficiente entre las áreas visuales del cerebro y las áreas del lenguaje. Ambas áreas están ya presentes desde el primer año de vida. En el aprendizaje de la lectura podemos diferenciar tres etapas: a) pictórica, una fase breve en la que los niños identifican algunas palabras; b) fonológica, en la que aprenden a convertir las letras escritas o grafemas en sonidos o fonemas; c) ortográfica o léxica, en la que reconocen las palabras y acceden a los significados rápidamente. En el proceso de aprender a leer y escribir se modifican áreas del cerebro y se establecen nuevas redes neuronales. Las investigaciones sobre los pacientes que, como consecuencia de lesiones cerebrales, pierden la competencia de leer o escribir, proporcionan datos sobre las áreas del cerebro implicadas en la lectoescritura. Pero los conocimientos más relevantes sobre la neurociencia de la lectoescritura proceden de las investigaciones con tecnologías de neuroimagen. Las investigaciones disponibles proporcionan respuestas muy valiosas a las preguntas sobre la metodología más adecuada para enseñar y aprender a leer y escribir, cuestionando determinados métodos. También es de gran interés la investigación sobre la dislexia, y las características presentes en el cerebro de quienes tienen especiales dificultades para aprender a leer y escribir, así como las estrategias y programas de intervención para compensar tales trastornos de aprendizaje.
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