La cultura Olmeca se caracterizó desde muy temprano por una fuerte obsesión felina, conectada al parecer con un culto al agua o la lluvia. El jaguar, abundante entonces en la región y peligro constante para sus habitantes, pudo haber sido considerado como el ancestro común; una especie de animal totémico. Las representaciones más frecuentes en el arte Olmeca son los diversos atributos del jaguar: cejas, encías, garras, manchas, etc., solos o en combinación con elementos humanos. El jaguar quizá fue conceptualizado como el origen; representaba la tierra y el inframundo.
Laserpiente sería incorporada a su ideología, identificándola tal vez con el agua que corre. Estos dos conceptos básicos posteriormente serían fusionados para dar lugar a un ser fantástico que reunía los atributos y simbolismos de ambos animales: tierra y agua; dando lugar a la fertilidad.
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