Según Adler el hombre viene al mundo sintiéndose incompleto e insatisfecho trayendo un hondo sentimiento de inferioridad. Todo lo que el recién nacido encuentra frente a si es mejor más grande y más idóneo que él. Para el neonato tal estado de cosas apenas tiene importancia en su lucha por existir. Sin embargo al ir creciendo, el sistema perceptivo lo hace captar su situación social inferior. Al cumplir su primero, segundo, tercero y cuarto años, continuamente le está recordando que la mayoría de las criaturas que lo rodean pueden alcanzar, lanzar, preparar y controlar cosas mucho mejor que él. Al sentirse inferior desea emular la fuerza y la capacidad de los otros.