La santidad fue una de las primeras cualidades con las que se calificó desde los inicios a la Iglesia. Como vimos, es el propio Jesús, fundamento de la Iglesia, y el Espíritu Santo quienes posibilitan esta santidad. Que la Iglesia es santa significa que pertenece a Dios, que es Dios y lleva hacia Dios.
Por ello, la misión de la Iglesia es ser sacramento de salvación para la humanidad. Es decir, ser signo visible de Dios amando en nuestra realidad, ser portadora de amor, de reconciliación, de paz para todo el género humano. Con su modo de estar, de ser y de actuar, la Iglesia debe hacer presente a ese Dios amor en nuestro mundo. Es por esto por lo que la Iglesia no solo es santa, sino que, además, es santificadora: hace de este mundo un lugar más humano, más divino.