La conquista del interior peninsular fue larga, debido a la resistencia de sus pueblos ante el poder de Roma. El pueblo lusitano, dirigido por Viriato, venció en varias ocasiones a las legiones romanas, pero, finalmente, fue sometido. El pueblo celtíbero resistió ante el avance romano, pero no pudo evitar la caída de la ciudad de Numancia, en el año 133 a. C. Tras estos episodios, Roma sometió al resto de pueblos del interior de la Península y las islas Baleares (123 a. C.).