El cristianismo, desde sus orígenes y hasta que se convirtiera en la religión oficial del Imperio, es una religión de conversos, de personas que, siendo de otras tradiciones religiosas, descubren la fe en Cristo. En una lectura rápida de los Hechos de los apóstoles, podemos encontrar una gran lista en la que destacaría san Pablo. También, en el tiempo de los Santos Padres de la Iglesia, encontramos grandes historias de conversión: san Justino, san Cipriano de Cartago o san Agustín, entre otros.