Los andrógenos producen un aumento en el enfado y en la tendencia a la agresividad, así como en la motivación sexual y en la excitabilidad en general, y en la capacidad visuo-espacial, mientras que deterioran la fluencia verbal. Esta coincidencia explica las dificultades de muchos adolescentes varones que, a medida que se acercan al nivel adulto de testosterona, participan cada vez con mayor frecuencia en altercados entre sí, así como la indiscutible relación, de otro modo inexplicable quizás, entre las conductas agresiva y sexual.