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COLABORACIÓN DIVINA: EL SER HUMANO COMO TRANSFORMADOR GLOBA
EL TRABAJO DEL SER HUMANO TRANSFORMA EL MUNDO
Descubrir nuestro papel en el mundo es esencial para cumplir el encargo divino de cuidar la Creación, beneficiando tanto a la naturaleza como a las personas.
resaltando la importancia de valorar a cada persona para lograr un cuidado efectivo de la creación.
El ser humano desarrolla su conocimiento de la naturaleza, amor hacia otros y responsabilidad de cuidar la Creación a través del trabajo.
Dios, el primer trabajador en la creación, establece la legitimidad del trabajo, y Jesús, dedicado al trabajo manual, respalda la transformación del mundo a través del trabajo humano.
La finalidad del trabajo
El trabajo es un medio cuya nobleza aumenta con la nobleza de su propósito, siendo la finalidad principal de cualquier trabajo el bienestar humano.
El trabajo es crucial para satisfacer necesidades materiales y formar una familia, ya que proporciona los medios de subsistencia necesarios.
El trabajo, como medio, va más allá de uno mismo, sirviendo para contribuir al bienestar y resolver problemas de la humanidad.
El trabajo, fundamental y honrado, es un eficaz medio contra la pobreza y brinda condiciones para una vida digna.
No obstante, no debe ser idolatrado, ya que el sentido último de la vida proviene de Dios, no del trabajo.
El trabajo, considerado un derecho fundamental, es un bien que contribuye al aumento de la dignidad humana, siendo idóneo para expresar y fortalecer esa dignidad.
A través del trabajo, rendimos homenaje a Dios como creador y colaboramos en el cuidado y progreso de Su obra.
EL SER HUMANO COLABORADOR DE LA OBRA DE DIOS.
La Biblia ve al ser humano como la imagen de Dios, creada para colaborar en la transformación de la naturaleza como parte del plan divino.
El ser humano, imagen de Dios, posee razón y libertad.
Le permite conocer y transformar el mundo
buscando armonía con su entorno.
La acción humana en el mundo complementa la obra de Dios, siendo llamados a mejorar y perfeccionar la creación para alcanzar la felicidad.
Este plan divino nos convierte en colaboradores al servicio del mundo.
La responsabilidad humana implica transformar la creación de Dios con inteligencia y cuidado, evitando abusos y sobreexplotación.
El mandato divino nos insta a preservar la tierra, haciéndola fructificar para el bien común.
Somos llamados a ser instrumentos de la gratuidad divina, cultivando y guardando los bienes de la creación.
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