Personalmente sentí, con harta atención, el rebote de mi sonido, específicamente por los huesos de mis brazos y por los entre-cosatles. Recibí a mi voz con soltura en todos los tactos de sonido, y aunque al final de la clase acabara con la voz calentada también la noté cansada y tensa (en pequeñas cantidades). Considero que estuve dispuesta a liberar sin temor de dañarme, pero identifiqué posteriormente que mi exploración tuvo ciertos tintes de ser más una expulsión que un alivio orgánico, por lo que me gustaría en la próxima clase aterrizar los ejercicios con gracia y simpleza, atender mayormente la constancia de una conveniente respiración, y no asociar la fuerza/volumen con el rendimiento o la efectividad de la práctica.