Las diferencias culturales se manifiestan en la manera en que se viven aspectos esenciales de la existencia, como el idioma o la comida. Cada cultura tiene su propio modo de estructurar y compartir estas experiencias, lo que pone de manifiesto sus valores y reglas particulares. Por ejemplo, en América Latina, las comidas suelen ser momentos sociales y colectivos, mientras que en otros lugares pueden ser más solitarios y personales.
La metáfora del iceberg también resulta útil en este contexto: los elementos visibles, como la gastronomía, representan solo una pequeña parte de la cultura. Bajo la superficie, se encuentran creencias, valores y normas que son menos evidentes, pero igualmente importantes. Por eso, incluso actividades cotidianas como comer pueden diferir notablemente de una cultura a otra.