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Más allá de tratados y convenciones, el respeto al Derecho Internacional Humanitario implica sobre todo un compromiso moral de cada ser humano por proteger la dignidad de sus semejantes, especialmente de aquellos indefensos en medio de las hostilidades. Debemos cultivar una brújula ética que prime el valor de toda vida humana.
Mientras el Derecho Internacional Humanitario no logre permear la conciencia, los códigos internos y la doctrina operativa de todos los actores armados, seguiremos lamentando vejaciones flagrantes como el uso de escudos humanos, la negación de asistencia médica o la destrucción de hospitales y escuelas que vemos hoy. Debemos universalizar pedagógicamente sus principios protegiendo celosamente su imparcialidad.
Considero que una gran deficiencia del Estatuto es no dar acceso directo a las víctimas para recurrir ante la Corte Penal Internacional. Si realmente se busca la justicia para crímenes atroces, las propias víctimas debieran tener voz y voto en el proceso judicial. Negárselos es una forma de revictimización que espero sea subsanada con futuras reformas al Estatuto.
Me parece un acierto que el Estatuto de Roma no contemple la pena de muerte para los crímenes juzgados por la Corte. Esto es coherente con la tendencia actual del derecho internacional de derechos humanos de abolir esta pena. La severidad de una condena nunca puede estar por encima del derecho fundamental a la vida.