Esto lo realizamos al instante de conocerlo físicamente, cuando vemos el rostro de alguien que conocemos, la información visual de ese rostro es captada por nuestros ojos y así automáticamente el cerebro procesa las características del rostro como la forma de los ojos, la nariz, la boca, entre otros rasgos distintivos. Se accede directamente a la memoria para comparar las características faciales del individuo con los patrones almacenados de rostros familiares; y Si hay una coincidencia cercana con algún patrón almacenado, se activa el reconocimiento instantáneo y sabemos quién es la persona sin necesidad de esfuerzo consciente adicional dándose en gran medida de manera automática. La capacidad de reconocimiento facial es un ejemplo claro de procesamiento de acceso directo porque no necesitamos realizar un análisis consciente y detallado de cada característica facial para identificar a alguien que conocemos. Este tipo de procesamiento automático es fundamental para muchas de nuestras interacciones diarias, permitiéndonos reconocer caras, objetos y situaciones de manera rápida y eficiente.