IMPULSO PARA LA ACCION Todas las emociones son, en esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los que nos ha dotado la evolución. En toda emoción hay implícita una tendencia a la acción. En el mundo civilizado de los adultos parece que las emociones se encuentran divorciados de las reacciones. La distinta impronta biológica propia de cada emoción evidencia que cada una de ellas desempeña un papel único en nuestro repertorio emocional. El enojo aumenta el flujo sanguíneo, aumenta el ritmo cardiaco, la adrenalina, genera la energía necesaria para acometer acciones vigorosas. El miedo, la sangre se retira del rostro y fluye a la musculatura esquelética larga, favoreciendo la huida. Puede paralizarse por un instante para calibrar, tomar decisiones sobre ocultarse o cual es la mejor decisión. La felicidad produce aumento en la actividad de un centro cerebral que se encarga de inhibir sentimientos negativos y de aquietar los estados que generan preocupación, al mismo tiempo aumenta el caudal de energía disponible. El amor, los sentimientos de ternura y la satisfacción sexual activan el sistema nervioso parasimpático (lo opuesto al miedo).