Las empresas que producen en Argentina lo hacen con una productividad mucho menor a la de las empresas que operan en los países centrales. En ese sentido, no son capitales socialmente viables. Sin embargo, subsisten y se valorizan a una tasa de ganancia aceptable gracias a los subsidios públicos. Cuando las políticas económicas del gobierno proveen incentivos para aumentar la escala productiva, estos capitales pequeños y raquíticos pueden hacerlo, mientras esto implique utilizar capacidad productiva previamente ociosa. Sin embargo, una vez que la utilización de la capacidad instalada se acerca a su máximo, aumentar la escala productiva implica la necesidad de una mayor inversión de capital dinerario. La burguesía local solo está dispuesta a correr ese riesgo si puede garantizar el sostenimiento de su tasa de ganancia media mediante el aumento de precios. A su vez, como explicamos anteriormente, el aumento de la escala productiva reduce el desempleo y fortalece así el poder de negociación de una parte de los trabajadores (en particular, el de los trabajadores formales), lo cual produce aumentos nominales de salarios y eleva los costos de producción. El mantenimiento de la tasa media de ganancia exige entonces un nuevo aumento de los precios.