En un inicio se debe corroborar el latido cardiaco y los pulsos del paciente; de no estar presentes se inician maniobras de RCP (ver el Capítulo 1); al mismo tiempo que se busca el pulso efectivo se hace una revisión para encontrar sitios de sangrado (internos y externos). Existen datos clínicos que orientan a sospechar hemorragias (además de las heridas obvias), como: hipotensión, alteración del estado de consciencia, palidez de piel y mucosas, pulso irregular, rápido y filiforme, fracturas cerradas, dolor abdominal, y disnea. Una vez ubicado el sitio de sangrado se debe intentar controlarlo. Las heridas mejoran con la aplicación de presión directa, empaquetamiento o torniquetes; las fracturas disminuyen su sangrado al ser alineadas.