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DECRETO: AD GENTES, JOSÉ DANILO DOMÍNGUEZ ONTANO / DERECHO CANONICO “C” -…
DECRETO: AD GENTES
CAPÍTULO II LA OBRA MISIONERA
La obra misionera se basa en la predicación del Evangelio y la conversión de las personas. La Iglesia tiene como objetivo atraer a las personas a la fe en Cristo, lo que les permitirá experimentar una conversión inicial que los conducirá an un camino espiritual más profundo. La Iglesia valora la libertad de conversión y prohíbe forzar a nadie an abrazar la fe.
La labor misionera implica la creación de comunidades cristianas. Las comunidades cristianas deben profundamente arraigarse en la cultura local y participar activamente en la vida social. El espíritu ecuménico y la colaboración con otros cristianos y personas de otras religiones se fomentan.
Este capítulo discute varias partes importantes de la labor misionera de la Iglesia, así como su compromiso con la propagación del Evangelio y la creación de comunidades cristianas en todo el mundo.
La labor misionera implica la creación de comunidades cristianas. Las comunidades cristianas deben profundamente arraigarse en la cultura local y participar activamente en la vida social. El espíritu ecuménico y la colaboración con otros cristianos y personas de otras religiones se fomentan.
CAPÍTULO I PRINCIPIOS DOCTRINALES
Designio del Padre
Como resultado de la misión del Hijo y del Espíritu Santo según el designio del Dios Padre, la Iglesia peregrinante es naturalmente misionera. El amor y la generosidad de Dios crean y llaman a la humanidad a participar en su vida y gloria. Dios llama a las personas a unirse en un pueblo unido.
Misión del Hijo
La misión de Jesucristo en la tierra es esencial para la salvación de la humanidad. Jesús es el mediador entre Dios y los humanos, y la vida y las acciones de Jesús representan el camino hacia la redención y la reconciliación con Dios.
Misión del Espíritu Santo
Cristo envía al Espíritu Santo para llevar a cabo su obra de salvación y guiar a la Iglesia en su expansión. En Pentecostés, el Espíritu Santo descendió, lo que marcó el comienzo de la predicación y la difusión del Evangelio. Las lenguas se unen en unidad, y la Iglesia se manifiesta públicamente.
CAPÍTULO III LAS IGLESIAS PARTICULARES
Actividad misionera de las Iglesias particulares
La Iglesia particular está destinada a servir a todos, incluso a los que no creen en Cristo, mediante el testimonio de la vida de los fieles y la predicación del Evangelio.
Es necesario que los obispos sean guardianes de la fe y tengan una buena comprensión de las circunstancias de su diócesis. La colaboración entre sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos es esencial para el trabajo de evangelización.
Diversidad en la unidad
Se anima a las Iglesias an incorporar las riquezas culturales de su región en su vida cristiana.
Se fomenta la investigación teológica y la incorporación de la fe en la cultura local. Se trata de evitar el particularismo falso y el sincretismo. Para lograr una adaptación adecuada, las conferencias episcopales deben trabajar juntas.
Incremento de las Iglesias jóvenes
La iglesia tiene como objetivo principal establecerse en una región, integrarse en la vida social y adaptarse a la cultura local.
Estas iglesias jóvenes deben expandirse en su vida cristiana, renovando sus congregaciones y la vida de los laicos. La creación de sacerdotes nativos y la expansión de los ministerios e instituciones necesarios se fomentan.
CAPÍTULO IV LOS MISIONEROS
Espiritualidad misionera
Los misioneros deben responder al llamado de Dios y dedicarse por completo al trabajo del Evangelio. Es necesario que sean capaces de hablar del Evangelio con valentía y humildad, sin sentir vergüenza por la cruz. Una característica del ministro de Cristo es la obediencia.
Formación espiritual y moral
Para enfrentar las dificultades, la soledad y el trabajo infructuoso, los futuros misioneros deben prepararse con una formación espiritual y moral especial.
Deben ser fuertes, pacientes y dispuestos a cambiar de cultura.
Deberían ser hombres que oren y tengan fe y esperanza.
Vocación misionera
Aunque cada uno de los discípulos de Cristo tiene la responsabilidad de difundir la fe, Cristo llama a algunos para que lo acompañen y los envía a predicar a los demás. El Espíritu Santo suscita en los creyentes la vocación misionera y establece institutos en la Iglesia dedicados a la evangelización. Los sacerdotes, religiosos o laicos, ya sean nativos del lugar o extranjeros, tienen la vocación misionera.
CAPÍTULO V ORDENACIÓN DE LA ACTIVIDAD MISIONAL
Ordenación local de las misiones
Los obispos deben promover y organizar la actividad misionera en sus diócesis, respetando la participación espontánea de los colaboradores. Los obispos también deben enfocarse en evangelizar a los no cristianos, no solo a los convertidos.
Coordinación regional
Las Conferencias Episcopales se alientan a trabajar juntas y coordinar sus esfuerzos en áreas de necesidad, como seminarios y centros pastorales Se fomenta la colaboración entre las Conferencias Episcopales a nivel regional en asuntos misionales.
Ordenación general
Un deber supremo de la Iglesia es anunciar el Evangelio en todo el mundo. Se crea un dicasterio central llamado "De propaganda Fide" con el fin de controlar todas las misiones y actividades misionales, an excepción de las Iglesias orientales. El dicasterio es responsable de fomentar la vocación y la espiritualidad misionera, organizar misioneros y recabar fondos para las misiones.
JOSÉ DANILO DOMÍNGUEZ ONTANO / DERECHO CANONICO “C”
https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19651207_ad-gentes_sp.html