El consumo de sustancias psicoactivas (SPA) está relacionado con la agresión, especialmente en individuos con dificultades para controlar impulsos. Esta relación puede ser directa o indirecta, con efectos de intoxicación, neurotóxicos y abstinencia. El alcohol muestra la relación más clara con la intoxicación y la violencia. El consumo crónico de SPA provoca cambios en el cerebro, afectando el procesamiento emocional y la regulación de la recompensa. Además, el sistema serotoninérgico se altera en individuos con comportamientos agresivos, siendo un predictor de trastornos adictivos, como el alcohol. Ciertas drogas, como la cocaína y las anfetaminas, afectan la cognición y la flexibilidad cognitiva. En resumen, la relación entre SPA y agresión es compleja y multifacética, con factores neurobiológicos y emocionales en juego.