El realismo clásico como enfoque teórico tiene fortalezas, pero también presenta debilidades. Es efectivo para explicar el conflicto, pero lucha para explicar la cooperación. Durante su hegemonía como paradigma, fue cuestionado por su falta de capacidad para explicar causas y consecuencias, así como la falta de métodos rigurosos y evidencia empírica para respaldar sus supuestos. Además, la complejidad de la realidad reveló que los Estados no siempre actúan de manera racional, ya que las emociones y otros factores pueden influir en sus decisiones. La unidad del Estado también se cuestiona en la era de la globalización, ya que existen actores subnacionales con diferentes preferencias y diferencias internas en los gobiernos. Los realistas clásicos creían que la motivación principal de la política exterior se encontraba dentro de los Estados, pero eventos como la Guerra de Vietnam demostraron que la estructura internacional también influye en las decisiones. Además, se hizo evidente que la economía desempeña un papel importante en la política internacional, lo que llevó al realismo clásico a buscar una visión renovada para mantener su relevancia explicativa.