Se llama comedia a uno de los más antiguos géneros dramáticos, opuesto en su temática a la tragedia, es decir, caracterizado por tramas y narraciones que evocan a la risa y que tienen un final feliz. Según la describe el filósofo griego Aristóteles en su Poética (siglo VI a.C.), la comedia consiste en una representación de los hombres peores de lo que realmente son, lo cual posibilita que los espectadores se burlen de ellos, incluso siendo figuras poderosas en vida real.
Los antiguos griegos la cultivaron como una de las dos formas cumbre de la dramática, asociándola a la musa bucólica y pastoril de nombre Thalía, quien junto a Melpómene (musa de la tragedia) eran las inspiradoras del teatro. Desde entonces se representan estas dos artes mediante dos caretas: una sonriente y la otra llorosa, asociándolas a dos perspectivas en torno a la vida: la optimista y la pesimista.
La comedia, a diferencia de la tragedia, no se ocupa de enaltecer o de abordar solemnemente a sus personajes, sino que los escoge del vulgo y los somete no a un destino fatal, sino a los rigores del azar. De allí que en muchos tipos de comedia (como la de enredos), los personajes se libren de situaciones difíciles o embarazosas por la pura casualidad.
Sin embargo, esa ausencia de un destino trazado por los dioses en la comedia también entraña una importante noción de libertad humana, ya que cada quien puede en sus obras perseguir su propio futuro a voluntad, lo cual abre el camino para el disparate, la coincidencia, la sorpresa, los cambios de ritmo y otros recursos frecuentes en la estructura narrativa del género.
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