Pensar que la ternura, silencia, tranquilidad, abnegación, belleza, intuición, etc, no son atributos exclusivos de todas las mujeres, porque no todas son iguales ni estos rasgos forzosamente forman parte de sus cuerpos. Y en el caso de los hombres, pensar que rasgos como la fuerza, inteligencia, valentía, etc, no les pertenecen a ellos de forma exclusiva.
Asumir que los atributos anteriores pueden ser de mujeres y de hombres, porque unas y otros, como seres humanos, piensan, reflexionan, actúan y tienen sentimientos, etc.
Dejar de suponer y afirmar que los lugares públicos deben ser ocupados sobre todo por hombres o que las mujeres les corresponde ocupar el espacio privado y no otro.
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