Pero la hiperconectividad también puede causarnos daño. Por ejemplo, es posible desarrollar una adicción a estar conectado todo el tiempo. Cuando una persona pierde el control del tiempo y forma en que usa la tecnología, entonces tiene una ciberadicción. La ciberadicción se puede presentar de varias formas: hay adicción al teléfono móvil, a navegar en internet, a las redes sociales, al chat, a los juegos en línea o consolas de videojuegos, y hasta adicción a tomarse selfies.