Un músico no puede conmover a los demás a menos que él también esté conmovido. Necesariamente deberá sentir todos los sentimientos que espera despertar en su audiencia, ya que mostrando su propio humor, exilará uno similar en el oyente. Donde el pasaje sea lánguido y triste, el intérprete debe languidecer y caer en la tristeza, Cuando se trate de uno alegre y jovial, el intérprete deberá embargarse del humor en cuestión. Debe resaltar especialmente estas cualidades en la música cuya naturaleza es altamente expresiva, ya sea la propia o la de algún otro compositor. En este caso, deberá estar seguro de retomar el sentimiento que el compositor intentó escribir... (DONINGTON, 1963:51-2)