Los holandeses compraban plata en México y café en Brasil, a la vez que vendían esclavos traídos de África. En Oriente se adueñaron de las rutas portuguesas para llevar azúcar, especies, té y porcelana. Dominaron el Báltico, gran proveedor de cereales, pero también de madera, pieles y metales. Allí vendían sal, arenques, paños, vinos franceses y productos coloniales. Este papel de intermediarios les permitió acumular capitales y convirtió a Ámsterdam en el centro mundial del comercio y las finanzas