Se dice que el hombre es honesto y bueno, cuando es moralmente perfecto; porque tan sólo su
virtud le da derecho a este título a apelación. Así, pues, es el hombre justo, el hombre fuerte, el
hombre sobrio, el que es llamado honesto y bueno; en una palabra, es la virtud lo que le
granjea al hombre este nombre. (Arist., Gran Ética, Libro II, Cap. IX, 178).