Durante la guerra de Sucesión, la ciudad permaneció fiel al rey Felipe V. En 1704, se produjo el ataque de la flota angloholandesa, partidaria del archiduque Carlos, que ya se había apoderado de Gibraltar. Fracasó debido a la decidida actitud del gobernador de la ciudad, don José Agulló, marqués de Gironellas. Entre 1694 y 1727, tuvo lugar el asedio y sitio de Ceuta, puesto por el sultán de Marruecos, Mawlay Ismail, con el propósito de incorporarla a su reino. El gran asedio propició el desplazamiento de la población hacia la Almina, construyéndose nuevos edificios e iniciándose un nuevo ordenamiento urbano. Con el fin de alejar el temor de nuevos ataques, se remodelaron y construyeron nuevas y modernas fortificaciones: murallas, baluartes, bastiones y fosos, convirtiendo Ceuta en una plaza muy bien fortificada. Durante el reinado de Carlos III, la ciudad gozó de estabilidad, como resultado del tratado de paz firmado en 1767 con el sultán Sidi Mohamed Ben Abd-Allah. Esta situación se truncó con el sultán Mawlay al-Yazid, que volvió a sitiar la ciudad entre 1790 y 1791. A lo largo del siglo xviii, la población ceutí fue aumentando o disminuyendo, según los ataques sufridos. Disminuyó la población civil, pero fue aumentando la de reclusos y desterrados llegados desde la Península.