En el camino del conocimiento fenomenológico, la persona se expone a la gran variedad de fenómenos ante un determinado horizonte, sin seleccionar ni valorarlos. Así, pues, este camino del entendimiento requiere que la persona se vacíe, tanto en relación a las ideas que hasta ese momento albergaba, como también en relación a los movimientos interiores, sea a nivel emocional, voluntario o de juicios. Aquí, la atención está a la vez orientada y no orientada, centrada y vacía.
La actitud fenomenológica requiere una disposición atenta para actuar, pero sin pasar a la realización. Gracias a esta tensión, nuestra capacidad y nuestra disposición para la percepción se potencian extraordinariamente. Quien logra sostener esta tensión, al cabo de un tiempo experimenta como lo mucho, que con su horizonte abarca, se va formando alrededor de un centro, y de repente descubre un contexto, quizás un orden, una verdad, o el paso que le lleva más allá.