La iglesia nos afirma que nuestra alma es tan profunda en nuestro cuerpo que se debe considerar como la “forma” de nuestro cuerpo, con esto tratan de decir que, gracias a nuestra alma, nuestro cuerpo es uno humano y viviente, capaz de sentir, vivir, razonar y concientizar. Por otro lado, en nosotros como humanos, el espíritu y la materia no son dos cosas unidas, sino que tienen una unión que constituye una naturaleza inigualable