Cuando un pueblo se acostumbra a un príncipe y a su familia, es complicado sacarle del molde o que exija un cambio radical hacia una república. Si existen personas que desean eso, su grito será acallado por el resto. Además, un príncipe no es solo un príncipe, sino que es pura tradición. Ligadas a su persona hay múltiples costumbres que sus súbditos tienen interiorizadas. Estas costumbres pueden ser discursos, celebraciones, vestimentas, actos públicos, etc.