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"ADIÓS A LA ESCUELA PÚBLICA", Immanuel Wellerstein;, ALUMNA:…

- - - - La calidad de la educación posee también, el estatus de una propiedad con atributos específicos.
      - Supone, en consecuencia, diferenciación interna en el universo de los consumidores de educación, tanto como la legitimidad de excluir a otros de su usufructo.
      - La calidad, como la propiedad en general, no es algo universalizable.
      - La falta de calidad (como la no-disponibilidad de cualquier propiedad) no es un asusto del Estado y sí de los mecanismos de corrección que funcionan naturalmente en todo mercado.
      - Como propiedad está sujeta a tales reglas y sólo ella, como "propiedad" puede constituirse en algo deseable y conquistable por los individuos emprendedores.
    - - En la moderna sociedad de mercado, el empleo (como la educación de calidad) no es un derecho, ni debe serlo.
      - Señalamos 2 cuestiones fundamentales:
        
        La educación como derecho social nos remite, de manera inevitable, a un tipo de acción asociada a un conjunto de derechos políticos y económicos.
        
        Cuando un "derecho" es apenas un atributo del cual goza una minoría, la palabra más correcta para designarlo es privilegio.
        
        La propiedad educacional se adquiere (se compra y se vende) en el mercado de los bienes educacionales y "sirve", como propiedad "poseída" para competir en el mercado de los puestos de trabajo.
        
        Defender "derechois" olvidandose de defender y ampliar las condiciones materiales que los aseguran es poco menos que un ejercicio de cinismo.
        
        Si el empleo se regula por las "leyes" del mercado, es lógicamente aceptable que exista una esfera de no-empleo.
        
        La restauración conservadora sentencia a la educación de las mayorías al más perverso destino.
        
        Nuestra lucha es, cada vez más compleja.
        
        La educación para el empleo predicada por los profetas neoliberales, no es otra cosa que la educación para el desempleo y la marginalidad.
        
        Nuestro desafío debe situarse también en el terreno de la disputa cultural.
        
        La distancia entre quien tiene y quien no tiene acceso a mejores cargos en el mercado de trabajo tiende a ampliarse y a profundizarse (Therborn, 1989; Therborn, 1903).