Octavio Ramírez, de 42 años de edad, de baja apariencia, era huésped de un hotel de Arrabal hasta el 12 Enero. El interfecto vivía de sus rentas, las cuales eran escasas y no podía tener gastos innecesarios suspensivos. Por otro lado, Ramírez hace dos días había llegado a la ciudad. Además, se molestaba por la desazón de la comida. El descontento de la ciudad lo desesperó durante horas y tenía un vacío en los ojos y constantemente regresaba a ver a los demás, se sentía vulnerable, solo quería lanzarse a llorar, quejarse y hablar de todas sus torturas.