Nace del empeño de Carlomagno por devolver al clero la dignidad fundada en una sólida formación intelectual y un comportamiento moral. La formación laica se hace en la Academia palatina. Objetivo: organizar escuelas de lectura para los jóvenes en cada monasterio y obispado, donde se puedan aprender los salmos, las notas, el canto, el cálculo, la gramática, y encontrar los libros canónicos con corrección esmerada.