El desarrollo afectivo comienza en la infancia y se extiende a lo largo de toda la vida. En la infancia, los bebés comienzan a expresar sus emociones básicas, como la alegría, el miedo, la tristeza y la ira, y a medida que van creciendo, aprenden a reconocer y expresar emociones más complejas, como la empatía, el orgullo y la vergüenza.
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