La priorización de las actitudes individuales y psicológicas no sólo encaja en un modelo educativo que parte, al menos formalmente, de la uniformidad social ante el aprendizaje y del papel del docente como transmisor del conocimiento académico (valorado como conocimiento legítimo), sino que se adapta a un esquema profesional basado en el uso de términos como «maestro investigador», «práctica reflexiva y crítica», etc., y que ha sido adaptado, a su vez, por la propia Administración Educativa.