Una de ellas es la mente racional, la modalidad de comprensión de la que solemos ser conscientes, más
despierta, más pensativa, más capaz de ponderar y de reflexionar. El otro tipo de conocimiento, más impulsivo y más poderoso —aunque a veces ilógico—, es la mente emocional (véase el apéndice B para
una descripción más detallada de los rasgos característicos de la mente emocional).
—la mente emocional y la mente racional— operan en
estrecha colaboración, entrelazando sus distintas formas de conocimiento para guiarnos adecuadamente a
través del mundo. Habitualmente existe un equilibrio entre la mente emocional y la mente racional, un equilibrio en el que la emoción alimenta y da forma a las operaciones de la mente racional y la mente
racional ajusta y a veces censura las entradas procedentes de las emociones.
A lo largo de la evolución, el neocórtex permitió un ajuste fino que sin duda habría de suponer una
enorme ventaja en la capacidad del individuo para superar las adversidades, haciendo más probable la transmisión a la descendencia de los genes que contenían la misma configuración neuronal. La
supervivencia de nuestra especie debe mucho al talento del neocórtex para la estrategia, la planificación a largo plazo y otras estrategias mentales, y de él proceden también sus frutos más maduros: el arte, la
civilización y la cultura.